Y llegó la Ola Gigante, nos arrolló el tsunami y una tormenta que parecía interminable nos envolvió…
Y experimentamos en nuestra piel y como humanidad la impermanencia y la fragilidad. Días de dolor, de miedo, de muerte. De ansiedad y soledad. De dudas e insomnio. De pérdidas y crispación.
Larga noche afortunadamente iluminada por el esfuerzo heroico de trabajador@s infravalorados. Larga noche que dejó al descubierto nuestras miserias tanto individual como colectivamente. La pandemia mostró sin anestesia que hacemos agua por casi todos lados como sociedad…
Y por fin, gracias al trabajo de tantos la tormenta comenzó a ceder… Es el momento de empezar a elaborar el duelo. De cerrar el ciclo de lo que fue, honrar lo aprendido y volver a empezar.
Nos llevará un tiempo. Tiempo para observar qué quedó, qué resistió los furiosos vientos y cuidarlo con mimo esperando que vuelva a florecer. Y tiempo también de sembrar en los espacios arrasados por el tsunami, nuevas semillas con el legado de lo aprendido.
Tenemos una gran oportunidad como sociedad. Como dice Pepa Castro en El Yoga del compromiso social: se necesitan activistas “se abre un camino esperanzador entre las incertidumbres y los miedos. La Covid-19 nos mandó al rincón de pensar y nos sacudió parte de nuestras inercias y certidumbres. Podemos volver a aferrarnos a ellas en cuanto las circunstancias nos lo permitan, o podemos intentar dar un paso al frente fuera de la zona de confort”.
Si no es ahora, cuándo? ¿Qué más nos tiene que pasar?
Como centro de Yoga y como profesor@s queremos implicarnos activamente en poner al yoga al servicio de la sanación del planeta, la justicia y la libertad.
Un yoga comprometido, con los pies en la tierra, la mente lúcida, la intuición despierta y conectando y honrando el corazón.
Un yoga al servicio de las diferentes personas, adaptado a distintas necesidades.
Un yoga inclusivo y accesible. Un yoga para todas las personas.
Por último me gustaría compartir contigo una sesión de Yoga Nidra inspirada en este texto.
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