Confieso que soy ansiosa. A veces más, a veces menos, a veces casi nada… Todo depende de si logro hacer mías, distintas herramientas que he ido incorporando a lo largo de mi vida. De todas ellas, diría que la que me produce un efecto sedante más inmediato es la respiración completa. Respiración profunda. Larga. Suave. Pausada.
Cuando respiro así, mi mente de mono se calma. Y más aún si aplico Kumbhaka o retención del aire. Ahí la actividad de mi mente cesa por completo. Y experimento un estado de absoluta paz interior. Como si estuviera en el ojo del huracán, donde independientemente del torbellino exterior, hay un punto de quietud. Imagino que algo así será el estado de Samadhi, del que hablan los Yoga Sutras de Patanjali. Por unos momentos entro en un estado de conciencia diferente de la habitual, caracterizada por una sensación de unidad y de paz absoluta.
La paradoja es que esta poderosa herramienta, la respiración completa, está al alcance de nuestra mano, pero no nos damos cuenta. Es parte de nuestro equipamiento. Todos tenemos nariz y pulmones. Es gratis. Es fácil de aprender, ya que nuestro cuerpo tiene memoria de ella. Es la que hacíamos de bebés: abdominal, por la nariz, lenta, profunda y constante, anclada en el momento presente. La respiración adulta, en cambio, suele ser torácica, por la boca, con suspiros, rápida, superficial e inconstante, acompañada de pensamientos provenientes del pasado o del futuro.
Cuando respiramos mal no conseguimos inhalar el suficiente oxígeno, ni eliminar suficiente CO2, no damos al corazón el apoyo que necesita y el sistema nervioso autónomo no opera en sentido curativo y de nutrición, puesto que en lugar de activarse el Sistema Nervioso Parasimpático -que nos induce a estar relajados- se activa el Sistema Nervioso Simpático de lucha o huida.
Cuando llegué a yoga, hace 7 años, realizaba lo que se llama «respiración paradójica» que es cuando al inhalar tu abdomen se contrae hacia dentro. Se calcula que aproximadamente una tercera parte de la población no respira lo suficientemente bien como para mantener una salud normal. El doctor Andrew Weil, experto en nutrición y salud, asegura que si tuviera que dar un sólo consejo, sería: «aprende a respirar correctamente». La excelente noticia es que podemos reprogramar la respiración inconsciente a través de la respiración consciente.
Una buena respiración tiene innumerables beneficios físicos, pero me gustaría centrarme en los beneficios a nivel mental y emocional. Respirar de manera lenta y profunda nos trae al momento presente, nos ayuda a calmar los pensamientos y nos induce a un estado de relajación y esto es así, porque la mente y la respiración están indisolublemente unidas. Piensa por ejemplo, como cuando estás ansioso tu respiración se hace rápida y superficial. Es decir, tu mente está incidiendo en tu respiración. Y a la inversa, la relación también funciona. Por eso, si cambias tu forma de respirar, cambias el estado de tu mente. Si haces respiraciones largas y profundas, tu mente se calma, los síntomas de ansiedad se disuelven, tu cuerpo se relaja. Es así de fácil. Tenemos un enorme tesoro escondido a la vista de todo el mundo. Quizás por eso no nos damos cuenta de su enorme valor. Tan a la mano. Tan poderoso. Tan simple.
Te propongo, si la ansiedad es tu problema, que pruebes incorporar la respiración completa a tu vida cotidiana. Si no sabes cómo hacerla, puedes acceder gratuitamente a la clase que hemos preparado sobre el tema, dándote de alta a la newsletter de Yoganet. Primero, necesitarás practicarla de forma consciente. Unos minutos, dos veces al día, por ejemplo. Pero luego comprobarás cómo, con el tiempo, se hace inconsciente. Es decir, reprogramas tu forma de respirar.
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