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Los chakras (introducción)

Escrito por Paula Colantonio | enero 18, 2015 |

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En el instante del impulso de la creación, una pequeña vibración, causó una pequeña diferencia que provocó una cascada ilimitada de diferencias e hizo el Universo tal cual lo conocemos ahora. Esa división original, semejante a una gran explosión o expansión cuyo origen fue un punto que está más allá de las dimensiones conocidas, vibró y se manifestó en el mundo físico. La semilla del Universo se abrió y expulsó energía de todos los tipos y frecuencias hacia todos lados simultáneamente. Al principio, cada forma de energía podía comunicarse, transformarse y conectarse con las demás. Esta “democracia” de la energía fue la versión física de la Unidad Mística. A medida que los micro movimientos del tiempo progresaban, el Universo fue congelándose rápidamente, cuajando, solidificándose en diferentes formas, y las energías se separaron en diferentes campos. Aún se mantenían conectadas en su esencia y con el núcleo original, pero en relaciones más complejas, que aparentemente las diferenciaban entre sí.

En la vasta red de energías universales, los seres humanos somos un organismo complejo capaz de interactuar y comunicarse con muchos niveles de energía. En el ámbito físico, tenemos las mismas limitaciones que los objetos físicos. Nos derretimos y nos disipamos con el calor excesivo, nos rompemos cuando una gran fuerza nos impacta, la gravedad nos hace caer si no tenemos apoyo. Pero, a diferencia de las cosas, los humanos somos capaces de comprender los niveles más sutiles del Universo. Podemos existir, conectarnos, comunicarnos, obtener fuerza, manifestarnos y pensar en esos niveles más allá de lo físico.

Somos como un chakra, un círculo o vórtice de energía que penetra varios niveles de existencia. El vórtice de energía que somos contiene sub-vórtices, centros de energía que cruzan e interconectan los niveles de la existencia. Esos centros pueden considerarse de diferentes maneras. Podrías imaginarlos de una manera terrenal, como ruedas; de una manera acuática, como remolinos de agua; aérea, como un torbellino de viento, o como filamentos etéreos de lo divino que tocan los instrumentos de los sentidos y preservan las puertas de nuestra vida interna.

La aparente separación que percibimos con todo lo que nos rodea está equilibrada por la íntima unidad que compartimos con todo. Ambas afirmaciones son verdaderas y ninguna es completa como un pensamiento acabado. Las prácticas espirituales nos permiten ver esa conexión y nos guían para relacionarnos con todos los niveles de nuestra existencia. Nos ayudan a no sentirnos fatalmente atraídos, como si estuviéramos en trance permanente, hacia las dimensiones inferiores de lo que es ser un ser humano. Los sentidos son atractivos. El impulso o fuerza de manifestarse, reproducirse y sentir es universal. Es una fuerza irresistible llamada maya. Un velo que hipnotiza y crea una ilusión de realidad falsa. El flujo opuesto es la trascendencia, la iluminación, la fuerza Kundalini de la conciencia.

Cada uno de nosotros puede actuar en sincronía con el campo superior del cual provenimos y con el cual vivimos. Podemos conectarnos con el campo de energía original, que algunos llaman Dios o Espíritu. O podemos correr un velo sobre esa realidad, pretender que estamos totalmente solos y limitarnos a actuar dentro de lo denso, en la dimensión inferior, en lo racional, definido y tangible.

Los Chakras o centros de energía son un elemento central para regular cuán fuertemente pueden cerrarse o abrirse esos velos. Determinan cuán robótica o libremente podemos actuar; cambian el rango de nuestra percepción, nuestros sentimientos y nuestras elecciones. Los Chakras afectan el flujo y los tipos de pensamientos que generamos, las energías que somos capaces de reunir para actuar y manifestar nuestros pensamientos, la relación entre la conciencia y el subconsciente en todos nuestros comportamientos. Al abrir y equilibrar los Chakras, nuestros sentidos se expanden y se integran a una red sensible que puede vincularnos con el gran campo de energía del cual venimos y al cual volvemos. Kundalini es la hebra del Infinito que pasa a través del pequeño ojo de la aguja finita de la creación.

Todas nuestras partes: el cuerpo entero, un órgano, una célula o una molécula, vibran y se relacionan con ese gran campo. Cada parte crea una combinación de energías de diferentes calidades, que puede ser la semilla a través de la cual el Infinito puede alinearse y manifestarse. Esto, que se ha sabido desde el principio de los tiempos, solía denominarse magia, chamanismo o alquimia. El arte y la ciencia de tener una conversación con el alma.

El único instrumento del ser humano que puede reconocer y decodificar estas interconexiones es el alma o la conciencia misma. La ciencia ha desestimado en gran medida la validez de los maestros espirituales que pueden guiarnos hacia ese despertar de lo extraordinario en nosotros. Sin embargo, todos los maestros que han explorado los campos internos del humano posible, concuerdan en su trayectoria. Dicen que cada experiencia es única aunque contenga características comunes con muchas otras experiencias y su proceso manifieste diversas leyes generales. El campo infinito que representas, en el que te fundamentas y manifiestas, es tan creativo, original y complejo que ningún individuo se ha repetido ni se repetirá nunca; ninguno de nosotros es el simple producto de un cortador de galletas cósmico. Estás hecho con más amor, singularidad y potencial que eso.

Fuente: http://www.hispayoga.com/art08.htm

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Archivado en: Anatomía yóguica, Filosofía yóguica | Etiquetado como: chakras

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